Tenemos un único planeta, del cual la humanidad se va abasteciendo.
Érase una vez un rey en su castillo, que vivía en un mundo maravilloso, lleno de vida, montañas, ríos y animales. Todo el mundo era feliz y se vivía en armonía con el entorno.
El rey, para conseguir el “progreso”de su pueblo, comenzó a diseñar procesos con el objetivo de que los habitantes de su reino tuvieran acceso a mayor cantidad de productos, recursos y una vida mejor. La gente comenzó a comprar estos nuevos productos y servicios, pero cada vez los querían con mayor inmediatez, lo que generó tensiones en el reino. El rey no era capaz de atender las demandas de sus habitantes, pero, entonces, descubrió el petróleo como una fuente de energía que le permitía alcanzar mayor productividad y crecer cada vez más y más. Comenzó a construir grandes autopistas e infraestructuras para que estos productos cada vez se pudieran entregar más rápido.
El planeta le ofrecía todo lo que necesitaba para ese crecimiento rápido, no había límites y la gente de las poblaciones pequeñas comenzó a viajar y asentarse en este nuevo reino donde todo se podía tener…
La historia de una economía depredadora en energía y recursos comienza de esta manera. Todos somos habitantes de ese reino desde hace muchos años (probablemente desde la era industrial), pero hoy los indicios indican que, o cambiamos nuestra forma de utilizar los recursos, o llegaremos al colapso de la humanidad. Es por esto por lo que la sostenibilidad está hoy en boca de todos. Este término puede resultar muy ambiguo ya que engloba multitud de aspectos como, por ejemplo, las emisiones de gases de efecto invernadero, los residuos, los vertidos, el consumo de recursos, la eficiencia energética, el cambio climático, la economía circular, la pobreza energética… Hoy todo ha de ser sostenible y todo el mundo se apunta a la moda. Pero el que todo el mundo hable de sostenibilidad obliga necesariamente a los mercados, fabricantes, diseñadores y legisladores a integrar estos conceptos en sus desarrollos.
Hoy vivimos en una economía líneal de producir, usar y tirar, pero el paradigma de este modelo está llegando a su fin y debemos abordar un modelo conocido como economía circular que no es más que un modelo basado en reducir, reusar y reciclar.
Para entender bien la esencia del concepto de economía circular tenemos que tener claro que cada año el planeta produce una serie de recursos que la humanidad va consumiendo (agua, energía, materias primas, etc). Tenemos un único planeta, del cual la humanidad se va abasteciendo. El 29 de julio de 2021, la humanidad consumió todos los recursos que el planeta es capaz de producir durante el total del año. Este fenómeno, calculado por la organización internacional sin ánimo de lucro Global Footprint Network (GFN), significa que, durante este año, la humanidad consumirá el equivalente a 1,7 planetas de media. Por lo tanto, el balance total demuestra que la humanidad está en números rojos y tiene en su cuenta lo que se conoce como “deuda ecológica”, que se hace patente en la pérdida de biodiversidad y la presencia de fenómenos meteorológicos cada vez más potentes y más frecuentes.
Esta deuda ecológica se mantiene en España al menos desde 1961, año en el que Naciones Unidas empezó a recopilar esta serie de datos, y no se ha reducido desde entonces.
Todo lo anterior nos debería llevar a reflexionar. En los países desarrollados vivimos en una sociedad cada vez más globalizada, en la que durante los últimos años se ha primado la cultura del consumo de bienes y objetos con un crecimiento exponencial. Pero… ¿es ético relacionar economía, crecimiento y sostenibilidad?
Según expresa la Agencia Europea del Medio Ambiente, en su publicación “Growth without economic growth”, el crecimiento económico, tal y como lo entendemos hoy en día, está vinculado al aumento de la producción, el consumo y el uso de recursos y tiene efectos perjudiciales para el medioambiente y la salud humana. Es poco probable que pueda lograrse una disociación absoluta y duradera del crecimiento económico y las presiones e impactos medioambientales a escala mundial, por lo que las sociedades deben replantearse qué se entiende por crecimiento y progreso y su significado para la sostenibilidad global.
Incluso si en los países desarrollados consiguiéramos implementar sistemas de economía circular que nos permitieran llegar a un equilibrio entre lo que el planeta es capaz de producir y lo que necesitamos, ¿sería ético pedir esto mismo a los países en vías de desarrollo? Es evidente que la huella ambiental está íntimamente relacionada con los modelos de desarrollo socioeconómicos, pero si atendemos a las macrotendencias, esto no es solamente una cuestión relacionada con los países ricos. A nivel global, la esperanza de vida crece, así como la calidad de ésta, con lo que existe una demanda creciente de bienes y servicios en todo el mundo que dará como resultado un incremento de la demanda de materias primas a nivel global. Esto, unido a un incremento de la población mundial en los próximos años, nos obligará a un cambio de paradigma absoluto ya que solamente tenemos un planeta.
Este cambio de paradigma tendrá que ir ligado a modificaciones no sólo en las prácticas sociales y el consumo, sino también a cambios tecnológicos que hagan posible poner en práctica la economía circular en más y más sectores, entre ellos el de la construcción. El sector de la edificación y la construcción es un actor clave: por ejemplo, en 2017 representó el 36% del uso de energía final y el 39% de las emisiones relacionadas con la energía y los procesos.
Si bien en los últimos años se han producido (y se seguirán produciendo) grandes avances en la etapa de uso de los edificios para hacerlos más confortables y eficientes, es fundamental que sigamos poniendo el foco en la etapa de producción y construcción y también en el fin de vida de los componentes que forman nuestras construcciones, aplicando el concepto de economía circular a todas las etapas del ciclo de vida del edificio.
Esto supondrá desviar cada vez más materiales del flujo a vertedero y elevar la tasa de recuperación de los residuos de construcción y demolición por encima del 70% marcado por la directiva europea (2008/98/CE) y sus posteriores modificaciones para 2020. Por ejemplo, en España se producen al año 130.000 toneladas de residuos de Placa de Yeso Laminado (PYL). El yeso es un material 100% reciclable que puede ser reciclado infinitas veces, por lo que, con la instauración de los procesos adecuados para su reciclaje, se puede obtener un nuevo material que mantiene las mismas
cualidades y garantías que el inicial. Esto permite reintroducirlo nuevamente en el mercado, reduciendo el consumo de recursos naturales y preservando el medio ambiente. Estos motivos son suficientes para impulsar la necesaria elección de materiales reciclables y reutilizables siempre que sea posible. Aunque esto es sólo un ejemplo, será obligación de todos los agentes implicados en la construcción que la circularidad de nuestras edificaciones sea una realidad para conseguir la reducción de las emisiones y la energía consumida por nuestro sector.
Mari Luz Jimeno,
Responsable en la Oficina Técnica de Saint-Gobain ISOVER y Placo